Los Cinco Buenos Emperadores (96-180 d. C.)

Los Cinco Buenos Emperadores llevaron Roma a su culmen territorial, económico y de poder: NervaTrajano, de origen hispano y gran conquistador; Adriano, querido emperador que realizó grandes reformas y visitó numerosas partes del imperio; Antonino Pío; y Marco Aurelio, pensador a la par que defensor de la fronteras.

Nerva (96-98 d. C.)

Marco Coceyo Nerva llegó al poder tras la muerte de Domiciano en 96, víctima de una conspiración de la Guardia Pretoriana. Para cuando asumió, Nerva era considerado uno de los políticos más experimentados de Roma, teniendo, a la sazón, 65 años de edad. Nerva había sido testigo de diversas etapas históricas del Imperio, incluyendo la crisis anárquica del Año de los Cuatro Emperadores, por lo que su elección pudo verse motivada por la confianza de sus pares del Senado en que su gobierno, que se preveía corto, sería moderado y restauraría el poder del Senado, mermado seriamente durante la administración de Domiciano, quien vio en la institución un enemigo más para sus intereses. Pronto, el longevo emperador comenzó a enmendar los excesos de la gestión anterior, concediendo amnistías a presos políticos, y liberando senadores, además de devolver propiedades confiscadas a los patricios. Para ganarse el vital apoyo del pueblo romano, alivianó la carga tributaria de los más pobres y repartió 75 denarios a cada ciudadano, además del donativum para la Guardia Pretoriana.
Cercano a su muerte, se suscitó una crisis de sucesión, especial preocupación de Nerva, puesto que podría desencadenar otra Guerra Civil. Con el objetivo de ganarse el apoyo de las tropas, con quienes no podía ser carismático. Así, designó como sucesor al general Marco Ulpio Trajano, decisión acertada considerando su popularidad en el Ejército, que jamás simpatizó con Nerva. Finalmente, muere en 98, pero su sabia decisión de adoptar a Trajano aseguró una continuidad de un gobierno progresista y moderado.

Cómodo

Marco Aurelio le sucedió su hijo natural Cómodo, con el que reaparecerían muchos de los problemas previamente presentes en cuanto a sucesiones e inestabilidad. A la muerte de Cómodo, el Imperio se sumió en una época de confrontación civil, tras la que asumió el trono Septimio Severo, quien instauró la Dinastía Severa.

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